YA OLVÍDATE DE LA PANDEMIA

     Sí era una tristeza volar sin tener la certeza de nada, más que la de tener deudas, deudas tú y tu familia. Las cosas se hicieron pomada cuando la pandemia nos atacó tan despiadadamente y el que no quiera creerlo, que fue un ataque despiadado en el amplio sentido del término, que le pregunte a los millones de personas que perdieron a amigos, familiares y conocidos, había sido una verdadera masacre y ni culpar a nadie, porque había sido una masacre mundial. Pero no solo se enfocó en la muerte de tantos y todas las implicaciones filosófico religiosas que se le pueden asignar al hecho, sino las consecuencias económicas son devastadoras. Exactamente así me sentía esa mañana, devastado, volando de aquí a allá después del enésimo intento por conseguir sustento sin poder lograrlo, el punto es que mis amadísimos acreedores no esperan, la luz y el gas son los más tiernos que tengo, pero el verdadero gigante era el pago del internet, ahí radica el concepto de prioridad: ¿Una caja de leche o el pago mensual de la señal de internet? ¡El internet! gritaba mi familia, situación inaudita hasta aquellos meses que vivimos encerrados y austeros, frustrados y con temor. Claro que debía seguir hacia adelante, obvio, pero sí era ya muy pesado, sobretodo para mí y en mis condiciones, no estoy lloriqueando, sólo digo lo que siento, es todo; no me era fácil continuar, aunque estaba empeñado en hacerlo y estabilizar, cuando menos, la situación de los míos, sólo eso. Pero cómo hacerlo sin trabajo, sin saber hacer mucho más que graznar, con este méndigo plumaje negro y el perfíl más traicionero que exista; yo sé que el plumaje puede ser reluciente, brilloso, tornasol, pero no deja de ser negro, sin los detalles de colores extravagantes que otros tienen y que los convierten en bellísimos y cotizados. El perfil, pues los hay maravillosos, atractivos y hasta cómicos, pero éste, éste por más que sonrías ni quien te la crea, ni quien lo considere atractivo en ningún momento, ¡bueno, interesante aunque sea!, já. Quedó claro.

Volaba por Paseo de la Reforma, ni siquiera sabía qué hacía ahí, es lugar para los conectados, empleados, pero de alto plumaje de colores, con estampa, no como los de Santa Fe que siguen siendo solo empleados. Creo que solo fui a merodear, quizás a ser un poquito masoquista claro, lo reconozco, pero tampoco me pueden culpar, cuando menos cambiaba de aires, porque esos aires de más allá de Naucalpan ya no los soportaba, sigo sin soportarlos. Paseo de la Reforma es como nuestra región cuatro de las películas gringas de Manhattan o de San Francisco: trajeados, de tacones, guapos y bellas, cual película de comedia romántica donde se encuentran los protagonistas y se enamoran: él es asistente del Concejal y ella es recién salida de la facultad de letras; pero yo a mi mujer la tenía en casa y esperándome para poder pagar las cuentas, con dos críos y una mirada de incertidumbre que yo ya no podía sostener y veía a los de mi alrededor, aves bellísimas, educadas y de estampa maravillosa, siendo yo un negro cuervo señalado ¿a dónde quería llegar?, ¿qué esperaba de quién?, ¿de dónde me podía agarrar? Un cuervo.

Y yo veía cómo los demás comían y paseaban y dormían tranquilos, cómo salían y volaban en pareja, disfrutaban y me preguntaba ¿por qué a mí no me pasa eso?, ¿por qué unos sí y otros no?, ¿por qué si yo…? se paró junto a mi un pajarillo de esos grises, chiquitos, nerviosito, de los que están en todos los chistes de pajaritos que existen, Hola ¿ya comiste?, ¿no?, apúrate porque esto se va a poner peor, ni cubrebocas traes, y se fue, todo ansioso, todo pequeñito y gris. Regresé volando por el norte de la ciudad, para llegar a mi casa se tienen que sobrevolar los cerros de Tlalnepantla y después bajar a la Presa de Guadalupe, ahí a un lado vivo y es llegar a presenciar la mirada de incertidumbre que mi esposa… ¿ya lo dije?, ok. Fue una noche inquieta, con poco sueño, con muchas necesidades. Noche, oscuro. Al día siguiente me despertó mi esposa, recién bañada, alterada, no sabía qué sucedía y me dijo que escuchara: llanto, llanto por todas partes; encendimos la tele y no había tele, ningún canal, me acordé de la radio, pero tampoco había radio, ninguna estación, sólo había llanto en el viento, salimos y volamos hasta el cable que estaba en medio de la calle donde vivíamos y pusimos atención, oímos lamentos, escucha, el llanto era por la muerte de tantos, de muchos que durante la noche habían dejado de existir, que durante la noche habían dormido confiados y nada les amenazaba, nada les alteraba su vida hecha, todos consolidados, todos inamovibles, hasta esa noche, de la que ya no despertaron y no sabíamos por qué. Regresamos a casa y despertamos a mis hijos, todo bien, todo en orden; le dije a mi esposa que me esperara ahí, dentro de casa. Salí y volé sobre la ciudad, llanto, muerte, entré a las colonias y volé entre las calles, estaban solas, en la gran mayoría de los árboles se escuchaban lamentos, en los que no se lloraba ni se asomaban, pero eran pocos, muy pocos donde la muerte no había ido a visitarlos; ví cuervos, palomas, algunos canarios, en el lago encontré garzas y golondrinas, todas llorando, todas sufriendo la muerte de alguien. Un pajarillo común, sí de esos grises nerviosillos, se paró junto a mí.

-¿Tú también perdiste a un ser querido?

-No, no, todos completos.

-Pues hay muchos que si. Yo no, de los míos los que se debían ir se fueron en su momento, antes de la pandemia, nada que ver pero todos creen que el responsable es la pandemia, que cortos de visión.

-¿Por qué no nos tocó a todos?, ¿por qué la muerte entró en ciertas casas, en ciertos nidos, la mayoría?

-No lo sé, sólo soy un ave que no hace nada y de todas formas come.

-¿Y entonces qué fue?, ¿quién hizo morir a todos estos en una sola noche?

-Pues quién tiene el poder de hacer morir a tantos en una sola noche y echarle la culpa a los demás.

-La pandemia…

-Ya olvídate de la pandemia caray, nada que ver. Lo que viene y que ya está aquí es lo que preocupa, pero no lo ven. Regresa, pon en orden tus cosas, ponte en orden tú, quizá no te toque, asegúrate de que la muerte pase de largo por tu casa, haz que suceda.


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